El duelo en la Infancia...
En la sociedad la muerte es un tema tabú del que se prefiere ni hablar, ni compartir con los demás, un hecho del que se prefiere huir mediante el silencio y la evitación por miedo a enfrentarnos a ello. Y si lo focalizamos en la infancia, el conflicto aumenta. A menudo, la sociedad, parece querer proteger a los niños de los aspectos emocionales de la muerte, posiblemente debido a la creencia de que la muerte no tiene ningún significado real para ellos, que son demasiado jóvenes para entender lo que ha ocurrido y, por tanto, demasiado joven para llorar . Pero los niños necesitan estar tristes.
Manejar el dolor emocional en esta sociedad que se empeña en evitarlo a toda costa no es tarea fácil. A pesar de ser un componente inevitable de la vida, nos esforzamos en esquivarlo y ocultarlo, normalmente por miedo y también para no desentonar del color rosa-felicidad que nos imponen Instagram, Facebook y los anuncios de TV.
Con los no te enfades y los no llores desde pequeños ya nos llega con fuerza el mensaje de que no hay espacio para el dolor. Escapamos del propio y también del ajeno; como sociedad, nos hemos vuelto fóbicos a él y a sus emociones asociadas, por ejemplo la rabia y la tristeza, que se han convertido en algo a esconder.

El desarrollo del concepto de la muerte
La edad del niño en el momento de la pérdida es el factor más importante en la comprensión del concepto de muerte y de sus consecuencias emocionales en la infancia...
Durante el primer año de edad el niño está ocupado en distinguir entre él mismo, el entorno que le rodea y la persona que lo atiende. A partir del año estará muy ocupado explorando su entorno, desarrollo la consciencia de la permanencia de un objeto que esté fuera de su campo visual, es decir, que aunque no lo vea, existe.
de 3 a 5 años en cambio se enfocan en detalles concretos. Debido a que todavía son incapaces para manejar el tiempo y el concepto de finalidad, creen que la muerte es reversible. es por ello que requieren de la re-afirmación del adulto para que les vuelva a contar la misma historia con sus mismos detalles para lograr integrar. Así como les gusta ver la misma película 10 veces seguidas, es que ellos van reafirmando lo que ya saben y ven confianza.
Entre los 5 y los 9 años La capacidad de razonamiento a esta edad es mayor. Por ello, muchos empiezan a tener iniciativa de querer participar en los rituales de despedida, van a misa, incluso al funeral (siempre y cuando se les explique con antelación y tomando en cuenta la madurez emocional donde se encuentre el niño).
10 a 13 años: En la edad preadolescente seremos un ejemplo para ellos a la hora de asumir una pérdida y seguir adelante. Para ello, debemos mostrarnos cercanos y dispuestos a escucharles.
